jueves, 17 de diciembre de 2009

Leonardo Fabio ó recuerdos de la niñez (Carlos Ruiz )

O quizás simplemente te regale una rosa……

La canción de Fabio comenzó a salir del parlante de la compu y la cabeza me hizo un click.

Fue volver a recordar cosas de la infancia, olores, colores.

Un día de fina llovizna a orillas del Nahuel Huapi.

El primer cigarrillo abajo del viejo muelle, la primera salida a una confitería (jamás me voy a olvidar de ese primer submarino calentito con un sanguche de fiambre)

Miles de imágenes se me vienen a la cabeza.

Es increíble como una simple canción nos puede transportar hacia atrás.

Pero quizás lo más increíble es que no solo recordamos imágenes, si no también aromas.

Mi tristeza es mía y nada mas, mi tristeza es mía y solo está………(Fabio sigue cantando con ese tan particular estilo que parece mas que estuviera hablando que cantando)

Era a fines de la década del 60 ( ¡ La puta que viejo estoy ¡ ) y Leonardo Fabio era uno de los íconos musicales de aquel momento y las pocas radios AM ( todavía ni siquiera sabíamos de la existencia de las FM ) que había en la región pasaban uno tras otro sus temas pegadizos y poco o nada nos importaba su calidad musical.

Después de muchos años mi mama había logrado juntar unos pesos para pagarme el pasaje para que volviera por unos días a Bariloche.

Para mí era como un mundo nuevo y mis ojos se asombraban ante aquellas imágenes ya casi olvidadas.

Cuando me marché con mi mamá tenía escasos cuatro años por lo tanto mis recuerdos eran muy escasos.

En el camino quedaron aquellos primeros años en el campo (¿1 ó 2? no me acuerdo), un lugar donde a pesar de la soledad y la escasez de cosas que hoy para cualquier niño de la ciudad son básicas, recuerdo con cariño.

Recuerdo aquellas, para mí osadas aventuras, en horas de la siesta por entre medio de los jarillales cazando lagartijas, corriendo tontamente a las liebres que parecía que me hacían burla ante mi escasa velocidad, ó intentando ayudar a las pequeñas hormigas negras a llevar su pesada carga ( las muy tontas se ve que nunca apreciaron mi ayuda, por que en cuanto les sacaba el palito para acercarlo a la boca del hormiguero, huían espantadas, y por más que yo prácticamente se los volvía a poner en sus tenazas ellas desechaban mi ayuda)

Recuerdo aquel pobre caballo que cayó al jagüel y que hubo que sacrificar por que el Pancho y algunos de mis tíos no lograron sacarlo del fondo.

Recuerdo a mi pequeño perro Corbata que me hacía el aguante cuando corría a los ñandúes que se acercaban a la caza (que boludo, pensaba que las podía agarrar)

Recuerdo el nacimiento de mi hermana en la casa de mi abuela materna en un luminoso día de junio y recuerdo escuchar desde la pequeña ramada sus primeros llantos.

Recuerdo que después de eso el Pancho y la Lola viajaron a la ciudad con Marita por que no le podían curar un rebelde salpullido que le salía en todo su cuerpito.

Y por sobre todo recuerdo todos los días mirar desde lo alto aquel camino interminable que se veía a lo lejos, esperando ver si paraba el colectivo donde vendría mi mamá.

Y un día volvieron, y junto con ellos vino una larga tira de caramelos duros que me negaba a compartir con los demás de la casa.

Tantas cosas pasaron….

Luego vino nuestra apurada casi huida hacia la ciudad, y vuelta a comenzar.

Nueva gente y un nuevo mundo para mi desconocido.

Y algunas cosas casi increíbles para mí como la luz eléctrica y las verdes chacras donde trabajaron mis padres cosechando uva.

Y en esa misma chacra escuché por primera vez que a la ciudad venía un circo.

Y mis preguntas a todo el mundo de que se trataba, de cómo eran esos fantásticos animales que me decían que traía.

Y la espera interminable a orillas de la ruta 22 encima del sifón de la acequia esperando verlo llegar (me habían dicho que veía desde el lado de Neuquén y creo que me agarró torticolis estirando el cogote).

Luego otra vez el campo, y el nacimiento en ese viaje de mi hermano, y los días que nos tuvimos que quedar solitos con mi pequeña hermana con gente desconocida hasta que nos logramos juntar con el Pancho, la Lola y ese pequeño bulto que no paraba de llorar.

Y nuestra lucha denodada para cuidarlo de los celos y las pequeñas uñas de Marita.

En ese mismo campo donde me perdí y anduve todo el día a caballo buscando el camino de regreso a la casa.

El caballo era muy alto y si me bajaba no me podía volver a subir, así que cuando tenía ganas de orinar, me paraba arriba del anca y desde allí me hacía el artista dibujando con el orín (por supuesto que antes de que se pusiera el sol encontré el camino de regreso)

Luego otra vez la vuelta a la ciudad y el comienzo de la escuela primaria con siete años ya cumplidos (esa es otra parte que en algún momento seguramente voy a trasladar al papel o a la compu)

Muchas cosas pasaron en esa infancia en la que la pobreza no fue un impedimento para recordarla con cariño.

En fin, recuerdos, recuerdos y más recuerdos ( ¿cosas de viejo? )

¿Dónde había empezado? Ah, si en Leonardo Fabio y el recuerdo de Bariloche a fines de los sesenta.

Fueron unas dos semanas, pero fueron tan inolvidables que la voz de Fabio me las trajo otra vez a la memoria.

Carlos Ruiz

2 comentarios:

  1. Hola Carlos:
    Me has emocionado, me has hecho vivir tus vivencias, me has llevado de la mano por tu tierra y tus recuerdos. Gracias.
    Escribe sobre tí, lo haces muy ameno.
    Un saludo.
    Alicia.
    También he estado en esa tierra tan hermosa, desde el Perito Moreno,Calafate, subiendo por la Cordillera, pasando por los lagos (Huechulaufquen, Futalaufquen,creo..)El Bolsón, Neuquén, Bariloche y mucho más. Bendita Argentina.

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  2. ALICIA , garcias por tus cometarios y aunque soy medio haragán de a poco voy a ir escribiendo, que es mi modo de hacer catarsis ( algunos van al psicologo, yo escribo)Un fuerte abrazo a la distancia y estaremos en contacto

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