jueves, 5 de noviembre de 2009

El Viaje mas largo del Mundo ( Carlos Ruiz )

Es sábado al medio día.
La vereda es un caos por la que corren un montón de chicos esquivando bolsos e improperios.
Nos amontonamos estirando el cuello tratando de ver el pequeño cartel sobre los parabrisas de los colectivos que se acercan y que nos van indicando los destinos.
Allá en la esquina y bajando de las vías veo a uno que tiene un cartel con mi destino.
Por mas que me apuro, quedo casi al final de una desordenada cola de mujeres, niños y hombres, que sin dudas son mucho mas cancheros que yo, en esto de tomar colectivos a estas horas.
Poco a poco me logro acercar hasta la escalerilla y me tomo del pasamanos que esta a un costado de la puerta , tratando de hacer equilibrio para no caerme ante los empujones de una señora mas bien gordita que pugna por no quedar abajo.
El conductor pide por favor que le demos monedas, por que el no tiene cambio, a lo que una señora con un bebe en brazos le dice que ese es un problema de el y de la empresa , que tienen la obligación de tener cambio, y que si no tienen , ella va a viajar sin pagar.
El hombre ni siquiera la mira, acostumbrado a este tipo de planteos.
Yo por las dudas reviso, como puedo el pequeño bolsillo de mi pantalón buscando alguna monedita, no sea que me rete por no pagar con cambio.
Pero claro, esto no es tan sencillo si con una mano te estas agarrando del pasamanos tratando de evitar que no te dejen abajo, y en la otra tenés un bolso, por lo que cuando logro sacar una, esta se me escurre rápidamente de los dedos y la veo como comienza un alocado viaje hacia la parte de abajo del colectivo.
La miró casi con desesperación, pero ya no puedo hacer nada.
No me queda otra que sacar el billete de diez pesos del bolsillo de la camisa y extendérselo al chofer.
Este me mira de mal modo y siento como un calor me comienza a recorrer el cuerpo y la cara se me enciende , e intento una explicación , pero solo me sale un balbuceo inentelegible , que me hace dar aun mas calor , y casi le veo al guacho del chofer como una mueca de sonrisa disfrutando el momento.
Me parece que todo el mundo me esta mirando, pero después me doy cuenta que en realidad nadie me prestó la menor atención.
Me acomodo como puedo casi al final del pasillo, en uno de los asientos que está desocupado.
Por lo menos en esto tengo suerte, en el asiento de al lado hay una chica de unos veinte años que luce una pequeña minifalda.
Tiene el pelo muy largo, como me gusta a mi, y una boca con unos labios hermosos.
Al sentarme ensayo una sonrisa intentando ser amable, pero me mira con indiferencia y continua mandando mensajes con el telefonito.
Hace calor , pero parece que el único que lo noto soy yo.
Me tendría que haber comprado una botellita de agua en el kiosco de la terminal.
Al colectivo todavía le quedan unos minutos para salir ¿ y si me bajo de una carrerita y me compro una ? ¿ y si se me va cuando me bajo ? No, mejor me las aguanto.
Antes de que salga el colectivo una señora con varios bolsos alcanza a subir.
Ya no quedan asientos, y son varios los que están parados.
La miro y le hago señas, de que se acerque para darle el asiento. Casi me siento un héroe, pero me parece que nadie lo nota, ni siquiera mi ocasional acompañante, que sigue de lo mas entretenida mandando mensajitos.
La señora se abre paso a los empujones y llega al asiento, me da las gracias y acomoda su pesado cuerpo en la butaca.
La miro de reojo y veo que está transpirando.
En ese instante me doy cuenta de que el olor a transpiración que se comienza a sentir es bastante fuerte.
Cuando estaba intentando acomodar la espalda contra el respaldo de uno de los asientos, veo que un muchacho que estaba sentado atiende el celular y a continuación se levanta y sale del colectivo.
Con el que estaba enfrente mío nos miramos, y antes de que se alcance a mover, le gano de mano y me siento.
- Jeje, te gané, pienso para mis adentros y vivo el instante como si hubiera hecho un gol en una final. ¿se habrá dado cuenta que me estaba sonriendo?
Después de unos instantes, por fin el colectivo se pone en marcha.
El colectivo se bambolea hacia uno y otro lado y cierro los ojos. Poco a poco logro aislarme, y el bullicio de la gente dentro del colectivo comienza a sentirse como si estuvieran muy lejos.
Siempre tuve mucha facilidad para dormirme en los colectivos, o por lo menos aislar por completo mi mente y pensar en nada.
El colectivo comienza a circular por las poceadas calles de la ciudad, y al llegar a cada esquina siento el rechinar de los frenos.
Hacemos una cuadras, cruzamos una rotonda, y ahora si la calle se convierte en algo parecido a una ruta.
Siento que el colectivo levanta velocidad y el andar se hace mas sereno. Sigo con los ojos cerrados y me comienzo a adormecer.
Que estará haciendo de comer Graciela? espero que algo rico.
Menos mal que pude hacer todas las cosas a la mañana, así la semana que viene no tengo que volver.
Después entre como en una especie de letargo y mi mente pasó rápidamente del pensamiento de la comida , al partido de futbol de mañana, luego fue hasta el río, para luego volar hasta ese lago en el que estuvimos en el verano, para volver nuevamente a la casa en la cena de anoche con los amigos.
Esto es lo lindo de viajar sin tener que manejar, por que al viaje en si lo acompañas por otro viaje mas lindo, el de la ilusión, los sueños y de los pensamientos que nos pueden reconfortar, dejando siempre afuera aquellos que nos pueden hacer sentir mal.
De pronto el sonido del timbre me saca de mi sopor, y siento como el colectivo comienza a disminuir la velocidad y comienza a bajar a la banquina.
Miro por la ventanilla y casi no reconozco el lugar.
De pronto me doy cuenta.
¡¡¡ Huy, la puta, me pasé de largo como diez cuadras!!!
Me tendría que haber bajado enfrente de la carnicería, ahora voy a tener que dar toda la vuelta.
Aprovecho que para el colectivo y me bajo.
El colectivo se va lentamente levantando tierra de la banquina.
Bueno, voy a tener que caminar.
¿Me quieren decir para que me tome el colectivo que va a Stefenelli ? si al fin al cabo hasta el barrio hay solo quince cuadras.
Si lo hubiera hecho caminado ya hubiera llegado a casa y por lo menos no me iba a ver como un ridículo volviendo caminado para atrás, por que me pasé de largo.
Hacia un buen tiempo que no andaba en colectivo, y pensándolo bien, a sido toda una aventura.
Pero una aventura que no se la pienso contar a nadie. Menos mal que en el colectivo no venía ningún conocido.
En eso siento una bocina. Me doy vuelta y veo a Graciela estacionando a mi lado. Ha ido a buscar a su mamá.
¿De donde venís? ¿Por que venís del lado de Stefenelli?
Me quieren decir como le explico que tomé el colectivo urbano y me quedé dormido y me pasé de largo.

Carlos Ruiz

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